lunes, 2 de noviembre de 2009

No es oro todo lo que reluce

Ha pasado ya un mes desde que llegué a Kuala. Parece que llegamos hace nada, pero también parece que hace mucho tiempo que nos fuimos, recordando los últimos días en Madrid desde la vida nueva que nos estamos montando aquí, todo parece muy lejano…


Hay cosas a las que uno se habitúa enseguida: a no andar nunca por las aceras, al tráfico caótico, al calor y humedad que al final tampoco son tan infernales, a las llamadas internacionales a 4 céntimos y la comida a dos euros. Pero hay otras a las que no. Todavía no me acostumbro a andar esquivando ratas a la vuelta a casa cualquier noche, ni a partir el pollo con cuchara (No usan cuchillo. Para partir la carne usan cuchara, y para beber la sopa, una cuchara que es como un cacito. Tiene esto sentido? No, y qué), ni al racismo inverso (A mí, personalmente, hay veces que me hace sentir incómoda y algo mal) ni, sobre todo, a ser la única chica del grupo de españoles, y eso que 6 años de entrenamiento en ingeniería informática curten bastante. Éste es un país bastante fácil, pero mucho más si eres hombre, para qué engañarnos. Hay gente que, si vas con un tío, se dirigen sólo a él; el agente al que alquilé el piso, le daba la mano a mis compañeros, pero a mí sólo me saludaba de lejos; los españoles se montan “viajes de chicos” (bueno, no pasa nada, pues yo me monto uno paralelo de chicas… ah, no! Espera! Que soy la única chica!) y las parejas de chicalocalguapa- expatriado…mmm…”pocoagraciado” crecen como setas (a la inversa, directamente, no existen)


Que este va a ser un año la mar de interesante, sin duda, pero que tendrá sus momentos de bajón, también sin duda. Y es que lo de irse un año a vivir fuera es muy atractivo, pero hay momentos en los que te preguntas qué coño haces tú aquí y lo único que te apetece es quedar con tus amigos para cenar o tomar unas cañejas…